miércoles, 5 de junio de 2019

VALLE-INCLÁN


PERFIL HUMANO

Don Ramón María del Valle-Inclán (que se llamaba en realidad Ramón Valle Peña) nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra), en 1866. Sin terminar sus estudios de Derecho, marcha a México con afán de aventuras. De regreso lleva en Madrid una vida bohemia. En 1889, a consecuencia de una herida recibida en una riña, pierde su brazo izquierdo. Se casa con una actriz en 1907. Su fama crece tanto por su arte como por su vida llena de anécdotas chocantes. Pero su dedicación a la literatura es absoluta, y no le detienen las privaciones que sufre con su familia. Renunció a una cátedra de Estética; más tarde (1933) aceptó ser Director de la Academia Española de Roma. Pero, enfermo de cáncer, volvió a Santiago, donde murió en 1936.

            Su figura era inconfundible: manco, melena y barbas largas, capa, chambergo y chalina. Pero, por debajo de su excentricidad, está su inconformismo, la entrega rigurosa a su trabajo de escritor y una arrogante búsqueda de nuevas formas.

            Políticamente fue primero tradicionalista; por aversión a la civilización burguesa, que le parecía fea, se aferraba a los viejos valores y se proclamaba “carlista por estética”. Pero, a partir de 1915, da un giro radical: se sigue oponiendo a lo mismo, pero ahora desde la izquierda, adoptando posturas revolucionarias que llegan hasta el comunismo. Con todo, no es fácil separar lo que había en él de convencimiento político y de postura “estética”.

LA OBRA. EVOLUCIÓN.

La amplia producción de Valle abarca todos los géneros. Y en todos se aprecia una profunda evolución, paralela a su cambio ideológico. A grandes rasgos, pasa de un modernismo refinado y nostálgico a una postura crítica expresada en un estilo desgarrado, radicalmente nuevo (recordemos que fue considerado, con escaso acierto, “hijo pródigo del 98”).

LA ETAPA MODERNISTA

            Entre 1902 y 1905 escribe las Sonatas. Son cuatro novelas breves (Sonata de Primavera, de Estío, de Otoño y de Invierno) que recogen las aventuras y amores del marqués de Bradomín, “un don Juan feo, católico y sentimental”. Hay en ellas la visión, entre nostálgica y distante, de un mundo refinado y decadente. Por su estilo, suponen para la prosa española lo que supuso Rubén Darío para la poesía. Es una prosa rítmica, rica en efectos sensoriales, elegante, bellísima.

            Escribe luego algunas de sus Comedias Bárbaras (Águila de blasón, Romance de lobos, Cara de Plata), de ambiente rural gallego, con personajes singulares y pasiones violentas. ¿Son auténtico teatro? Luego se verá. Señalemos ahora que su estilo es más fuerte.

            La evolución estilística se acentúa con la trilogía de novelas La guerra carlista (Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño, 1908-1909). En ellas, el heroísmo y la brutalidad de la guerra alternan en agridulce contraste. El mismo contraste en el estilo: junto a resabios modernistas, aparece un lenguaje desgarrado y bronco.

            Idéntica evolución se apreciará en su poesía, desde Aromas de leyenda (1907), modernista a La pipa de kif (1919) de tonos “esperpénticos”.



LA ÉPOCA DE LOS ESPERPENTOS

            La consolidación de la nueva estética se da en 1920, con la publicación de Luces de Bohemia, subtitulada “esperpento”. Con esta palabra (cuyo significado habitual era “persona extravagante o absurda”) designa Valle-Inclán a esas obras dramáticas suyas que se basan en una deformación o degradación expresionista de la realidad.

En los “esperpentos” se agitan figuras distorsionadas, fantoches grotescos o conmovedores, presentados con un lenguaje áspero, a menudo soez. Pero, dentro de ese tono, la prosa es de una cuidadísima elaboración, de una creatividad auténticamente genial.

            Todo ello revela una visión ácida y violentamente disconforme con la realidad. El autor se complace en degradarla con una risotada que oculta su amargura. Así, como dijimos, el Valle-Inclán “iconoclasta” aparece cuando los noventayochistas han olvidado su radicalismo juvenil.

OTROS TÍTULOS

            De 1920 son otras obras afines a los esperpentos: el drama Divinas palabras, cuyo mundo brutal extrema el de las “Comedias bárbaras”; o la Farsa y licencia de la reina castiza, caricatura de la corte de Isabel II.

            Más distorsionados aún son los siguientes esperpentos (1921-1927), recogidos con el título conjunto de Martes de carnaval (Los cuernos de don Friolera, La hija del capitán, Las galas del difunto).

            Las mismas características tienen sus novelas de la última época. Así Tirano Banderas (1926), historia “esperpéntica” de un dictador americano, una de las más importantes novelas españolas del siglo XX y de influencia decisiva en Hispanoamérica. O la trilogía El ruedo ibérico, (La corte de los milagros, ¡Viva mi dueño! y Baza de espadas ) en que reaparece la sátira de los tiempos de Isabel II.

SIGNIFICACIÓN Y ACTUALIDAD

            Nunca se insistirá demasiado en el carácter innovador de la obra de Valle-Inclán. Sobre todo de sus obras dramáticas: durante mucho tiempo se pensó que no eran verdadero teatro, sino novelas dialogadas, obras irrepresentables.

            Tales opiniones quedarían desmentidas más tarde: las nuevas concepciones del espectáculo teatral y las nuevas técnicas de la representación han permitido llevar su obra a escena. La verdad es que Valle fue mucho más allá de lo que admitían las convenciones escénicas de su tiempo; y lejos de plegarse a ellas, continuó orgullosamente su obra sin concesiones.

            Hoy es considerado como la máxima figura del teatro español desde los Siglos de Oro y como un dramaturgo que se anticipó a nuevas tendencias del teatro mundial.

            Es uno de los autores más vigentes hoy. Y, en fin, su asombroso dominio de la lengua hace de él uno de los grandes creadores que ha habido en nuestro idioma.