miércoles, 23 de febrero de 2022

LORCA VIDA Y OBRA

 Vida

Federico García Lorca nació en Fuentevaqueros (Granada) en 1898. En Granada inicia estudios de Música, Derecho y Letras que proseguirá en Madrid. Allí, en la famosa Residencia de Estudiantes, entabla amistad con poetas y artistas del momento. Su obra y su personalidad le otorgan pronto un lugar de excepción. En 1929-1930 reside como becario en Nueva York, que supuso una experiencia muy importante como veremos. En 1932 funda el grupo La Barraca, que lleva teatro clásico y moderno por los pueblos de España. Fue un poeta y autor teatral muy querido, pero también se granjeó fuertes enemistades y odios. Fue asesinado en agosto de 1936, al mes del comienzo de la Guerra Civil.

Personalidad

            Su personalidad nos ofrece una doble faz: una vitalidad y simpatía arrolladoras, unidas a un íntimo malestar, un dolor de vivir, un sentimiento de frustración.

Tema central

Por eso, en su obra, junto a manifestaciones de alegría y gracia, aparezca –como elemento obsesivo, central- el tema del destino trágico, la imposibilidad de realizarse, la frustración. Y la muerte como frustración máxima del ser humano.

Poética (Qué piensa sobre su poesía y cuáles son sus raíces)

            Él mismo dijo: “Si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios –o del demonio-, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo…” Es decir, inspiración y trabajo consciente han de ir unidos. En su poesía conviven la pasión y la perfección, lo humanísimo y lo estéticamente puro. Y a esto se une sus profundas raíces populares. Lo popular y lo culto van también hermanados en su obra.

Sus primeras obras

            En 1921 publica Libro de poemas. La temática es variada, pero domina ya su hondo malestar: así, cuando evoca con nostalgia su infancia –“paraíso perdido”- o cuando habla con dolor de su “corazón roído de culebras”. Son testimonios de una tremenda crisis juvenil (relacionada, sin duda, con su homosexualidad).

            Compone después, paralelamente, tres libros: Poema del cante jondo; Canciones y Suites. Hay en ellos poesía “pura”, juego, ecos vanguardistas…, pero también nostalgias y temas trágicos. Lorca expresa su dolor de vivir a través del dolor que rezuman estos cantes “hondos”.

El Romancero gitano

            Se publica en 1928 y alcanza un gran éxito. En él canta a esa raza marginada: Lorca se confesó inclinado “a la comprensión de los perseguidos: del gitano, del negro, del judío…”

            Pero hay más: el mundo de los gitanos quedará convertido en un mito, cuyo significado es evidente: se trata del citado tema del destino trágico. En los romances aparecen personajes al margen de un mundo convencional y hostil, marcados por la frustración o la muerte: sus ansias de vivir se estrellan contra convenciones y trabas.

            Lorca ha proyectado sobre esos personajes sus grandes obsesiones.

            En este libro su estilo alcanza una primera cima. Es el punto más alto de esa repetida fusión de lo culto y lo popular. Y destacan también unas metáforas llenas de audacia.

Poeta en Nueva York

            El mundo neoyorkino produjo en Lorca una conmoción violenta. Lo definió con dos palabras: “Geometría y angustia.” Allí vio él las manifestaciones máximas del poder del dinero, la injusticia social, la deshumanización. Y estos son los grandes temas de Poeta en Nueva York.

            Los poemas son gritos de dolor y de protesta. Ahora, la frustración o la angustia ya no son sólo las del poeta: su “corazón malherido” ha sintonizado con millones de corazones malheridos.

            La conmoción espiritual y la protesta encuentran cauce adecuado en la técnica surrealista (aunque no pura). El versículo y la imagen alucinante le sirven para expresar un mundo absurdo, para comunicar visiones de pesadilla, para descargar su cólera.

            Lorca ha ampliado su mundo poético y ha renovado profundamente su lenguaje. Así ha alcanzado una nueva cima.

Últimas obras poéticas

            Tras Poeta en Nueva York, Lorca se dedicará preferentemente al teatro, donde canalizará su inquietud social. Su intimidad, en cambio, se encerrará en su lírica. En ella encontramos:

·        Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935), otra de sus máximas creaciones, inspirada por la muerte del famoso torero. Consta de cuatro partes en las que se combina el acento popular y las imágenes surrealistas. Su intenso patetismo y maestría formal hacen del Llanto una de las más hermosas elegías de la literatura española.

·        Diván del Tamarit (1936), libro de poemas llenos de dolor, inspirados en la poesía arábigo-andaluza.

·        Sonetos del amor oscuro (1935-36), de los cuales conservamos once que son su última cumbre poética. En ellos expresa de forma muy profunda y personal, la gloria y el dolor de amar.

El teatro de Lorca

            Lorca alcanza, con Valle-Inclán, alturas no logradas por el teatro español desde el Siglo de Oro. Veamos los títulos más significativos:

o   Entre sus primeras obras destacan: Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores  y Mariana Pineda.

o   Teatro de vanguardia: El público (1930) y Así que pasen cinco años (1931).

o   Teatro sobre mujeres que viven pasiones frustradas que terminan en tragedia: Bodas de sangre (1933),  Yerma (1934) y su obra cumbre La casa de Bernarda Alba (1936).

Dos características generales:

-         El verso y la prosa se combinan en su teatro hasta que en su última obra (La casa de Bernarda Alba), se decanta por una prosa con gran fuerza poética y dramática.

-         El teatro es el cauce por donde aborda los problemas colectivos.

Significación y fama

            Lorca es ejemplo máximo de la superación de la poesía “pura”, pero aunando la humanidad de su poesía con una altura poética extraordinaria. Es también modelo de la fusión de lo culto y lo popular y de lo local con lo universal.

 

 

 

domingo, 20 de febrero de 2022

ALEIXANDRE

 Se querían de La destrucción o el amor

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

 

En la plaza (fragmentos) Historia del corazón

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse. (…)

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba. (…)

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!