Le sucede algo al catalejo con que estábamos observando la ciudad y la campiña. No se divisa nada; indudablemente se ha empañado el cristal. Limpiémosle. Ya está claro; tornemos a mirar. Los bosques que rodeaban la ciudad han desaparecido. Allá, por aquellas lomas redondas que se recortan en el cielo azul, en los confines del horizonte, ha aparecido una manchita negra; se remueve, avanza, levanta una nubecilla de polvo. Un coche enorme, pesado, ruidoso, es; todos los días, a esta hora, surge en aquellas colinas, desciende por las suaves laderas, cruza la vega y entra en la ciudad. Donde había un tupido boscaje, aquí en la llana vega, hay ahora trigales de regadío, huertos, herreñales, cuadros y emparrados de hortalizas; en las caceras, azarbes y landronas que cruzan la llanada, brilla el agua que se reparte por toda la vega desde las represas del río. El río sigue su curso manso como antaño. Ha desaparecido el obraje de paños que había en sus orillas; quedan las aceñas que van moliendo las maquilas como en los días pasados. En la cuesta que asciende hasta la ciudad, no restan más que una o dos tenerías; la mayor parte del año están cerradas. No encontramos ni rastro de aquella casilla medio derrumbada en que vivía una vieja que todas las mañanas salía por vino con un jarrico y que iba de casa en casa llevando chucherías para vender.
herreñal: Terreno en el que se siembra el herrén (forraje de avena, cebada, trigo, centeno y otras plantas que se da al ganado)
cacera: canal de agua para regar
azarde: cauce por donde van sobrantes de agua
landrona:
represa: obra para contener las aguas
aceña: molino de agua
maquila: porción de harina que le corresponde al molinero
tenería: curtiduría (sitio donde se curten y trabajan las pieles)
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