jueves, 27 de diciembre de 2018

MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98 (2º BACH)

La literatura de principios del siglo XX surge como reacción contra el positivismo del siglo XIX, el espíritu materialista y utilitarista de los burgueses, y los movimientos estéticos que los expresaban (Realismo y Naturalismo). Por ello, la mayoría de los críticos no considera antitéticos a modernistas y noventayochistas, sino como tendencias de un mismo movimiento renovador que también se ha denominado Generación fin de siglo.

El Modernismo.
Es una corriente de renovación estética que surge en Hispanoamérica a finales del siglo XIX, cuyo máximo representante es el nicaragüense Rubén Darío, y que sintetiza distintas influencias, tanto de la literatura española (desde los medievales -Berceo y el Arcipreste de Hita- al posromántico Bécquer), como de la literatura extranjera (Poe, Oscar Wilde, etc.), y en especial de dos corrientes poéticas francesas: el Parnasianismo y el Simbolismo. Del primero, en el que destacó Gautier, recoge la concepción del arte por el arte así como el culto a la belleza, a lo sensorial y a la perfección formal recurriendo a motivos mitológicos y clásicos. Del Simbolismo, representado por Baudelaire, Verlaine o Mallarmé, adopta la idea de que bajo las apariencias del mundo subyace una realidad oculta a la que no es posible acceder a través de los sentidos (la de los sueños, sentimientos, etc.) por lo que solo puede sugerirse mediante símbolos (imágenes físicas que sugieren o evocan sentimientos, obsesiones, etc.)
Los temas presentes en el Modernismo son la angustia existencial (“el mal del siglo”), el gusto por lo decadente y por lo castizo, el intimismo y la introspección, y la evasión a ambientes exóticos, lejanos y cosmopolitas.
En cuanto al lenguaje, huyen del prosaísmo de la lírica decimonónica mediante un léxico colorista, sonoro y evocador en el que abundan símbolos, imágenes y sinestesias. El género más cultivado por los modernistas fue la lírica donde el ansia de renovación y el deseo de musicalidad de estos poetas les llevó a utilizar una gran variedad métrica en la que no faltaron los versos propios de la métrica castellana (octosílabo), de la métrica francesa (dodecasílabo) y de la métrica clásica basados en los pies acentuales. De las estrofas destacan los sonetos en alejandrinos.
Rubén Darío fue el mejor exponente del Modernismo y su obra atravesó dos periodos: uno de gran plasticidad y sonoridad con Azul (1888) y Prosas profanas (19896), donde culmina el Modernismo exuberante, y un segundo periodo más intimista y reflexivo presente en Cantos de vida y esperanza (1905).
En España, los autores modernistas más destacados fueron Villaespesa, Marquina, Manuel Machado (Alma), y parte de la trayectoria de Antonio Machado, Valle-Inclán, y Juan Ramón Jiménez (Arias tristes, Elejías, Platero y yo…).

La Generación del 98.
El núcleo de esta generación fue el grupo de Los Tres (Azorín, Baroja y Maeztu), a los que se unen Unamuno y parte de la obra literaria de Valle-Inclán y Antonio Machado. Con los antecedentes del Regeneracionismo y tras el desastre de 1898 y la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), adoptaron una actitud crítica ante la situación de crisis generalizada y proclamaron la necesidad de una literatura que denunciara el mal de España y propusiera soluciones.
Los noventayochistas trataron en sus obras del tema de España (regeneracionismo social, económico y político), de temas históricos y nacionales (búsqueda de sus raíces y descripción de las tierras de España, especialmente de Castilla) y en ellas manifestaron sus preocupaciones sociales y filosóficas.
En relación al estilo, y frente a la exuberancia modernista, se caracterizaron por un estilo natural y sencillo en el que primaron el contenido sobre la forma: lenguaje preciso y sobrio que exprese ideas.
Cultivaron todos los géneros, aunque prefirieron los subgéneros del ensayo y la novela. Los principales autores de este movimiento fueron:
Antonio Machado. Presenta una primera etapa modernista influida por el Simbolismo que queda reflejada en Soledades (1903) y que más tarde amplía en Soledades, galerías y otros poemas (1907) donde a través de temas como el paso del tiempo, la infancia, la muerte y Dios recorre “las galerías del alma” (se refugia en su yo interior). En Campos de Castilla (1912), segunda etapa, Machado se abre al mundo y se identifica con la gente y el paisaje castellanos (preocupación social y filosófica característica del 98). En la tercera etapa se intensifica la reflexión y las inquietudes filosóficas en Nuevas canciones (1924) y en Juan de Mairena.
Miguel de Unamuno. Fue filósofo y literato. Su obra refleja su pensamiento existencial contradictorio mediante antítesis, paradojas con una lengua precisa y ágil. Sus ensayos más destacados son Del sentimiento trágico de la vida (de carácter existencial) y En torno al casticismo (sobre el tema de España). En cuanto a sus novelas, Unamuno crea el concepto de intrahistoria con el que hacer referencia a la vida silenciosa de los millones de hombres que pueblan la tierra, y se inventa el término de nivola para referirse a sus novelas de carácter “poco novelesco” debido a la ausencia de acción que hay en estas y al interés del autor por reflejar en ellas los conflictos interiores de los personajes mediante el diálogo (de este tipo son sus novelas Niebla, La tía Tula, Abel Sánchez, San Manuel Bueno, mártir, etc.). Cultivó también una interesante lírica: Poesías, El Cristo de Velázquez…
José Martínez Ruiz, “Azorín”. Sus novelas y ensayos están teñidos de una gran melancolía por el paso del tiempo y en ambos el estilo es conciso e impresionista. Sus primeras novelas fueron de escasa narración y muy autobiográficas: La voluntad (1902) y Antonio Azorín (1903). Después recreó mitos literarios como en Don Juan (1922).
Pío Baroja. Sus novelas poseen una estructura abierta puesto que presentan una sucesión de escenas sueltas relacionadas por un personaje protagonista que se mueve por espacios muy diversos descritos unas veces de una manera impresionista y otras sórdida y naturalista (La Busca, 1904). Sus personajes pueden ser tanto hombres de acción, como Zalacaín el aventurero (influencia nietzscheana), como hombres abúlicos y pesimistas que se preguntan por el sentido de la existencia como lo hace Andrés Hurtado en El árbol de la ciencia (1911). Esta producción novelística se agrupó en trilogías (La lucha por la vida, Tierra vasca, La raza, etc.) y sus últimas novelas fueron históricas y de aventuras como Memorias de un hombre de acción.
Valle-Inclán. Su obra evoluciona de la prosa de ambientación modernista y decadente de las Sonatas (1902-1905), protagonizadas por su alter ego, el marqués de Bradomín, al esperpento, una estética deformante y caricaturesca con la que reflejó la realidad sociopolítica española mediante personajes deshumanizados convertidos en fantoches. Esta técnica aparece en Luces de bohemia, Tirano banderas y en la trilogía Martes de carnaval.

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