domingo, 17 de marzo de 2019

GERARDO DIEGO


Vida

Nació en Santander en 1896. Como otros muchos poetas de la Generación del 27, Gerardo Diego fue profesor; en concreto fue catedrático de Literatura en institutos de Soria, Santander y Madrid. En 1947 ingresó en la Real Academia. Son muchos los premios que recibió a lo largo de su vida, desde el Nacional de Literatura en 1925 (junto con Alberti), hasta el Cervantes en 1979. Murió en Madrid en 1987.

Dentro de su generación ejerció un importante papel impulsor. Fue fundamental su Antología de 1932 que constituyó casi un “manifiesto” del grupo.

Poética: dos caminos

           La poesía de Gerardo Diego ofrece, curiosamente, dos direcciones muy distintas: la poesía de vanguardia y la poesía “clásica” o “tradicional”. Y ambas cultivadas con la misma autenticidad. Él mismo confesó: “Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco el capricho de hacérmela –nueva- para mi uso particular e intransferible.”

            Tanto los poemas de un tipo como de otro se caracterizan por una gran maestría técnica. Y con igual dominio aborda los temas más diversos, ligeros o profundos.

Obra

            En la línea vanguardista es el máximo representante español del Creacionismo que defendía el puro juego de la imaginación, que la poesía debía “crear” un mundo propio, ajeno a la realidad (aunque derivado de ella). Él mismo lo expresó con estas palabras: “Creer lo que no vemos, dicen que es Fe; crear lo que nunca veremos, esto es la Poesía.”

            A este tipo de poesía pertenecen sus originales libros Imagen (1922) o Manual de espumas (1924).


            Dentro de la línea tradicionalista, encontramos los temas y formas más variados. Destacan sus sonetos, romances, décimas… pero también emocionan sus cancioncillas de tipo popular.

            En esta vertiente podemos citar Soria (1923), Versos humanos (1924), Versos divinos (1938-1941) y, sobre todo, Alondra de verdad  (1941), espléndida colección de sonetos, entre otros muchos títulos.


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