Vida
Jorge Guillén, nacido en Valladolid, fue profesor
universitario como Pedro Salinas. Enseño en París, Murcia, Oxford, Sevilla y –desde
la guerra- en los Estados Unidos. En 1977 recibió el Premio Cervantes, máximo
galardón para escritores de lengua española. Pasó sus últimos años en Málaga,
donde muere en 1984.
Poética
y estilo
Guillén ha sido definido frecuentemente como poeta “puro”
o poeta “intelectual”. Sus poemas arrancan a menudo de un goce concreto de la
vida. Lo que sucede es que parte de una experiencia muy concreta y de ella
extrae ideas o sentimientos elevados.
Su estilo
responde a tal orientación. Es un lenguaje muy elaborado que, atento a lo
esencial, elimina halagos accesorios (adjetivos) y selecciona y condensa sensaciones
o ideas (sustantivos). De ahí que su poesía resulte difícil por su densidad.
Obra:
Aire nuestro
Guillén concibió su obra “como unidad orgánica”; y así,
todos sus libros han quedado bajo un título común: Aire nuestro.
a)
Cántico
Durante
muchos años, el único libro del autor fue este, engrosado en sucesivas
ediciones: eran setenta y cinco poemas en su primera edición (1928) y llegarán
a más de trescientos en su versión definitiva (1950).
La
palabra “cántico” encierra la idea de “acción de gracias” o de alabanzas. Nos
encontramos ante una poesía que exhala entusiasmo ante el mundo y ante la vida.
La vida es bella, simplemente porque es vida. Y el poeta se complace en la
contemplación de todo lo creado. “El mundo está bien hecho” es el verso que
resume su visión de la vida.
Guillén
es una notoria excepción por su radical optimismo. Rehuyendo lo nocturno o lo
crepuscular, Guillén canta el amanecer o el mediodía, la luz plena; el amor no
es sufrimiento, sino la cima del vivir; y la muerte, incluso, es considerada
con actitud serena.
b)
Clamor
A
Cántico se opone –en cierto modo- Clamor (compuesto de 1950 a 1963). El
título equivale ahora a “gritos de protesta”. El optimismo del poeta no le
impide ver las “discordancias” del mundo: injusticias, miserias, persecuciones,
guerras, terror atómico… En suma, los poemas de este nuevo ciclo dan testimonio
del dolor y del mal en sus más diversas formas. Ahora dirá: “Este mundo del hombre
está mal hecho.”
Pero
la actitud de Guillén tampoco es de angustia o desesperanza, sino de una
protesta positiva. Y bajo la denuncia persiste su fe en el hombre y en la vida.
c)
Otros
títulos
Si
Cántico y Clamor formaban un díptico –cara y cruz de la realidad-, en 1967 se
añade Homenaje, libro que recoge
poemas a diversas figuras de la historia, de las artes y de las letras, desde
Homero a los contemporáneos.
Hasta
aquí Aire nuestro quedaba constituido
como un tríptico. Pero Guillén siguió creando aún publicó otros dos volúmenes
que continúan las líneas anteriores.
Significación
La obra de Guillén es un caso infrecuente de poesía
equilibrada y optimista. En definitiva, y como él dijo es “cántico a pesar de
clamor”. Su prestigio fue inmenso dentro de su generación y hoy la crítica ve
en Cántico una de las cimas de la
lírica española del siglo XX.
POEMAS
Equilibrio
Es una maravilla respirar lo más claro.
Veo a través del aire la inocencia absoluta,
y si la luz se posa como una paz sin peso,
el alma es quien gravita con creciente volumen.
Todo se rinde al ánimo de un sosiego imperioso,
a mis ojos tranquilos más blancura da el muro,
entre esas rejas verdes lo diario es lo bello,
sobre la mies la brisa como una forma ondula,
hasta el silencio impone su limpidez concreta.
Todo me obliga a ser centro del equilibrio.
(Cántico)
Las
doce en el reloj
Dije: Todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
el amor era sol.
Entonces, mediodía,
un pájaro sumió
su cantar en el viento
con tal adoración,
que se sintió cantada
bajo el viento la flor
crecida entre las mieses,
más altas. Era yo,
centro en aquel instante,
de tanto alrededor,
quien lo veía todo
completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!
(Cántico)
Beato
sillón
¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada. Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén.
(Cántico)
Perfección
Queda curvo el firmamento,
compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa
sin querer, la rosa
a un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente
que el pie caminante siente
la integridad del planeta.
(Cántico)
Sobre
su tallo se yergue
blanca
ante todos, la rosa.
En
este jardín es ella
quien
dominó a la redonda
del
rico plantel. Un pétalo
va
inclinándose a su sombra.
Ni
puro ya ni fragante,
se
resquebraja, se acorta.
Arrugas
hay. Y tendiéndose
por
amarillos sin gloria.
Como
si hubiese desorden
aumentan
y se abandonan.
Algunos
pétalos planos
-
deformada la corola
ya
no círculo de amor-
caen
al suelo, no importan.
Florece
el jardín en torno
de
la que agoniza a solas
y
bien descubre ante el sol
los
estambres que amontona,
mustios,
el centro que fue
tan
íntimo. A su hora,
sumisa
a la primavera,
muriéndose
está la rosa.
(Clamor)
No hay comentarios:
Publicar un comentario