PERSONALIDAD Y CONCEPCIÓN DE LA VIDA
Nació
en San Sebastián (1872). Estudió Medicina, que apenas ejerció. Durante un
tiempo regentó la panadería de unos tíos suyos, pero sus contactos con
escritores (Azorín, Maeztu, etc.) le llevaron a entregarse por entero a la
literatura. Escribió sus novelas más importantes antes de 1915. En 1935 ingresó
en la Real Academia
Española. Por lo demás y salvo diversos viajes, llevó una vida cada vez más
sedentaria. Murió en Madrid en 1956.
Fue
Baroja un inconformista radical. De
su anarquismo juvenil le quedó siempre una postura iconoclasta (se negaba a
aceptar la autoridad de maestros, normas y modelos), hostil a la sociedad. No
creyó ni en Dios, ni en el hombre. (“Creo que el hombre es un animal dañino,
envidioso, cruel…”, dijo.) Y, sin embargo, hay también en él una inmensa ternura por los seres desvalidos
o marginados. Esto y la sinceridad
–no engañar ni engañarse- son las bases de su ética personal.
Como
hombre del 98, amó a España y le preocuparon sus problemas, pero no se hizo
ilusiones (pasadas sus esperanzas juveniles).
SU IDEA DE LA NOVELA
“Yo
escribo mis novelas sin plan.” En efecto, la construcción de las novelas de Baroja es muy libre: en ellas se van yuxtaponiendo episodios, anécdotas,
digresiones; y aparecen y desaparecen los más variados personajes.
Quería
reflejar su vida con toda su espontaneidad. La invención y la observación
se combinan perfectamente en su obra. La acción suele ser muy variada. Y la
pintura de personajes y ambientes es de gran relieve. Todo en
Baroja da “la sensación de lo visto, de lo vivido”. Pero de sus páginas, a la
vez, se desprende su desencantada
concepción de la vida.
Los
personajes barojianos son
frecuentemente seres al margen de la sociedad o enfrentados a ella; a veces
criaturas marcadas por la desorientación existencial o la frustración; a veces
hombres de acción que quieren escapar de la grisura cotidiana. Pero siempre,
criaturas vivísimas, trazadas con mano maestra.
EL ESTILO
Baroja
lleva a tal extremo la tendencia antirretórica de los noventayochistas, que se
le acusó de descuidado. Pero su prosa es espontánea
y agilísima, con absoluto predominio de la frase corta y el párrafo breve.
Posee
Baroja un insuperable arte de contar.
El relato fluye rápido, ameno. Las descripciones suelen ser tan escuetas como
gráficas. Y el diálogo, del que Baroja es un maestro, destaca por su
autenticidad conversacional.
OBRAS
Su
producción abarca más de sesenta novelas, aparte otros libros (memorias,
ensayos…). Una buena parte de su narrativa se agrupa en trilogías, cuyos títulos indican la idea común de las novelas que
las componen. He aquí algunas: (tienes que estudiar lo que está subrayado y en negrita o en cursiva)
La lucha por la vida, formada por La
busca (1904), Mala hierba (1904) Aurora
roja (1905).
Tierra vasca: La casa de Aizgorri
(1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero
(1909).
La raza: La dama errante (1909),La
ciudad de la niebla (1909) y El árbol de la ciencia (1911).
La vida fantástica: Aventuras,
inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de
perfección (1902) y Paradox, rey (1906).
Las ciudades: César o nada
(1910), El mundo es ansí (1912) y La sensualidad pervertida
(1920).
El mar: Las inquietudes de Shanti
Andía (1911), Laberinto de sirenas (1923), Pilotos de altura
(1929) y La estrella del capitán Chimista (1930).
Entre
1913 y 1935 se dedicó fundamentalmente a escribir una serie narrativa titulada Memorias
de un hombre de acción. Está integrada por veintidós novelas, cuyo
protagonista es Eugenio de Aviraneta, un inquieto personaje del siglo XIX y
antepasado del escritor.
OTRAS OBRAS
Baroja
escribió además numerosos cuentos y novelas cortas, varios tomos de ensayos,
libros de viajes, biografías, e incluso un libro de poesía de escaso valor.
En
cambio son apasionantes sus Memorias,
que llevan por título general Desde la última vuelta del camino. Son
siete volúmenes en los que va acumulando recuerdos, juicios, valoraciones y
opiniones estéticas, morales y de toda índole.
SIGNIFICACIÓN DE SU OBRA
Es
el novelista por antonomasia de la literatura española contemporánea, por sus
dotes de narrador y su aliento creador. La fuerza de su testimonio social y la
sobriedad de su estilo se convirtieron en modelo de muchos novelistas de
posguerra.
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